NIÑOS

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Las mentes de los niños son inocentes y puras.  Cada niño es una pieza de mármol blanco para el maestro y los padres den forma de imagen de Dios, un brote para se lo  ayude a florecer en toda su Gloria Divina, para que sea una ofrenda digna de Dios.

Los niños por lo general son buenos, por naturaleza, y están dispuestos a cumplir con su deber y a destacarse en sus estudios.  La causa de sus caprichos, desobediencia e indisciplina ocasional corresponde a los mayores, que dan un ejemplo pobre de Verdad y autocontrol.

Desde los primeros años debe enseñarse a los niños a cultivar el Amor por todos.  El Amor conduce a la unidad.  La unidad alienta la pureza.  La pureza conduce a la Divinidad.

El primer requisito para los niños es que tengan amor y consideración por los padres, a quienes les deben todo.

Se puede ayudar a que un arbolito joven crezca derecho, pero una vez que se transforma en un árbol su crecimiento ya no se puede dirigir.

Los niños deben crecer en la conciencia de la hermandad del hombre y la Paternidad de Dios.

Los niños deben criarse en una atmósfera de respeto, servicio y cooperación mutuos.

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