... El sentimiento que predomina
en el momento de la muerte actúa con gran fuerza en la vida venidera.
Esta verdad debe guiar al hombre en el viaje de esta vida también,
puesto que las impresiones son los medios con los cuales hacemos este viaje, así
como también para el viaje después de éste.
Por lo tanto, desde mañana mantengan siempre delante del ojo de la
memoria a la muerte, que es inevitable, y empéñense en el viaje de la vida
con buenos deseos para todos, con estricta adhesión a la verdad,
buscando siempre la compañía de los buenos y con la mente siempre fija en
Dios. Vivan evitando las malas
acciones y los pensamientos abominables y nocivos; no tengan apego al mundo.
Si viven de esta manera, su último momento será puro, dulce y de eterna
felicidad. Una lucha disciplinada a
través de la vida es necesaria, para asegurar esta realización.
Cada uno debe examinarse rigurosamente y precisar sus defectos y luchar
por corregirlos. Cuando el hombre
se percata de sus propios defectos y los reconoce es como si volviera a nacer.
Entonces él empieza de nuevo, desde una nueva niñez.
Este es el momento genuino del despertar.
La vida es acompañada eternamente por la muerte... Al emprender un viaje, habiendo comprado el boleto, por el hecho mismo de abordar el tren –ya sea que vayan sentados, reclinados o acostados, leyendo o meditando- el tren los llevará por fuerza a su destino. Así también, cada cosa viviente, al nacer recibió un boleto hacia la muerte y ha empezado un viaje, de este modo, cualesquiera sean sus esfuerzos, protecciones y precauciones, se tiene que llegar al punto de destino algún día. Cualquier otra cosa es incierta, pero la muerte es cierta. Es imposible cambiar esa ley.